Control vs. Confianza: el trasfondo del regreso a la presencialidad
En el último tiempo, muchas organizaciones han comenzado a revisar sus esquemas de trabajo remoto o híbrido. Lo que en la pospandemia parecía una transformación irreversible hacia la flexibilidad, hoy empieza a reconfigurarse: vuelven las oficinas, vuelven las jornadas presenciales, y con ellas, ciertas tensiones.
La razón más escuchada en este giro:
“Desde casa no se puede controlar al equipo”.
¿Estamos frente a un problema de formato o de liderazgo?
La vuelta a la presencialidad como estrategia de control revela una preocupación genuina: la dificultad para sostener niveles de productividad y compromiso a distancia. Pero también deja al descubierto un aspecto más profundo: la necesidad de revisar los modelos de liderazgo que sostienen nuestras culturas organizacionales.
Durante años, muchas empresas entendieron el control como sinónimo de presencia física. Sin embargo, el trabajo remoto puso a prueba algo mucho más complejo: la confianza como base de la gestión.
Y ahí surgieron diferencias sustanciales. Mientras algunas organizaciones lograron potenciar el rendimiento y el bienestar en contextos flexibles, otras experimentaron dispersión, desconexión y pérdida de objetivos claros. Pero ¿era culpa del home office… o del tipo de liderazgo?
Autonomía, confianza y clima laboral
La ciencia organizacional lo ha demostrado una y otra vez: los entornos laborales basados en confianza generan mayor compromiso, innovación y satisfacción.
La autonomía —bien acompañada— fortalece la responsabilidad individual. El reconocimiento reemplaza al control como fuente de motivación. Y el clima laboral mejora cuando las personas sienten que su tiempo, sus ritmos y sus necesidades son respetados.
Por eso, más que preguntarnos si el trabajo presencial es “mejor” que el remoto, tal vez deberíamos preguntarnos:
¿Estamos construyendo equipos que funcionen desde la confianza y la claridad de objetivos, más allá del formato?
¿Qué decisiones estamos tomando y por qué?
No se trata de idealizar el home office. Tampoco de resistirse al retorno a las oficinas. Se trata de comprender que la modalidad de trabajo debería ser coherente con la cultura que queremos construir, con los valores que promovemos y con los liderazgos que impulsamos.
Volver a lo presencial como única respuesta al desorden, al bajo rendimiento o al “descontrol” puede resultar una solución momentánea… pero no resuelve el fondo de la cuestión.
Una invitación a repensar
Quizás sea momento de dejar de debatir solo sobre formatos y empezar a hablar de estructuras, de confianza, de liderazgos que inspiren. Porque el futuro del trabajo no se define por dónde estamos sentados, sino por cómo nos vinculamos, cómo decidimos y cómo lideramos.
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